Lograr definir esta emergente forma de danza e investigación constante en el movimiento, supone un gran desafío para sus practicantes, ya que desde un comienzo se experimenta como una danza fuera los parámetros hasta ese entonces conocidos, y que además se encuentra en constante transformación. Curt Siddall (1977), quien experimenta con Paxton en los inicios del CI, define y describe según su experiencia, los fundamentos experimentados en esta danza: “…las formas están en constante cambio, las formas participan de formas más grandes y la naturaleza tiende al equilibrio. La participación en Contact consiste en un estudio del movimiento a través de la atención (awareness) y un estudio de la atención a través del movimiento.[…] los impulsos, el peso y el momentum son comunicados a través de un punto de contacto físico que se desplaza constantemente por la superficie de ambos cuerpos” ( Tampini, 2009).
En consideración de que la diversidad es un elemento esencial dentro de esta práctica, ofreceremos otra definición de esta danza, para poder reunir visiones y sentires en conciencia de la riqueza de esta experiencia. Cynthia Fariña (2005) define de este modo el CI: “Suelo decir que el Contact es una danza que pone el cuerpo en movimiento a partir del contacto con las propias sensaciones, y que de su despliegue en el espacio surge el encuentro con otro cuerpo: se genera un baile de escuchas conjuntas, donde la piel se torna tímpano. La atención del tímpano se concentra en lo que pasa en la superficie, en los contactos de superficie, en el toque, roces y presiones sobre la superficie. El cuerpo deviene del suelo, espiral, gancho, torre, base, plataforma, chorro, abrazo, ola. El encuentro y la escucha entre los cuerpos envuelven relaciones de entrega y acogida, de dar y ofrecer peso entre sí y con el suelo, improvisando la danza. No hay coreografías en el Contact, se trata de una danza de improvisación de relaciones y de los cuerpos, de cuerpos que se tornan materia expresiva que construyen arquitecturas vivas y efímeras, tejidos vitales".
En esta nueva propuesta de vivenciar la danza en una atmósfera mucho más consciente de lo cultural, requiere responder a nuevas maneras de relacionarse con otros a partir de la diversidad e inclusividad, sin discriminar “visualmente” sobre un tipo ideal de pareja para bailar, debido a que el sentido de la vista aquí no es tan predominante como si lo será el tacto. Por ende, en el CI se plantea que las características corporales de la persona con quien se practica (el peso o la altura), no indicarán en lo absoluto si será fácil o difícil experimentar en esa danza.
“Pero porque cada bailarín debe hacer sólo lo que le es posible, personas de tamaños y pesos radicalmente diferentes pueden bailar bastante bien juntos; la clave para ser un buen compañero de danza descansa en la atención al movimiento de cada uno con los parámetros de la forma” (Novack, 1990).